22.7.11

23. DESARROLLO Y AMBIENTE


1.    INTRODUCCIÓN
Se requiere ayudar al alumno a adoptar una actitud comprensiva y critica ante las corrientes conocidas como “diseño verde”, “eco diseño”, arquitectura y urbanismo “bioclimático” así como el “diseño sustentable”. Esto es relevante ya que dichas corrientes han impulsado normas nacionales e internacionales que prescriben como obligatorio el cumplimiento de ciertos criterios mientras que el enfoque estético sigue siendo el predominante en nuestro ámbito académico con el consecuente rezago y desfasamiento de lo que ya se aborda en la Facultad de Arquitectura.

Otra razón que motiva la elaboración del presente documento es que se percibe como ineludible un análisis y una explicación de los mecanismos que perpetúan percepciones o acciones dañinas para el ambiente, tanto en la dinámica dentro de cada cultura como en los contactos interculturales.


No se aborda la temática referida de manera exhaustiva por lo que puede considerarse como un trabajo introductorio que se pone a la consideración del amable lector. Trabajo que inicia con algunas definiciones y avanza hacia una ‘historia’ de la idea de desarrollo para tratar de definir la situación actual así como reflexionar en los posibles caminos socioculturales en que el diseño ambiental podría constituirse en una disciplina que permita a nuestra sociedad afrontar la crisis de civilización en que se encuentra.




2.    EL DESARROLLO

Las palabras se arraigan en una historia; algunas pueden poner a un pueblo en movimiento y transformar el mundo. Otras son palabras veneno que pervierten el deseo y oscurecen el juicio. “Desarrollo” es una de esas palabras.


Dicho término se presentó como un avance de la civilización pero fue y sigue siendo sinónimo de occidentalización del mundo lo cual pone en peligro a la mayor parte de las culturas, al aniquilar las diversas formas de ser humano y reemplazarlas con el establecimiento  de una sola civilización en todo el planeta (Opciones; 1994:3).


En este sentido, debemos reconocer que el concepto de “desarrollo” es un concepto normativo, lleno de juicios de valor, culturalmente determinado y determinante, por lo menos, de una cosa: escapar de una condición indigna llamada subdesarrollo.


A cambio de las imágenes culturalmente establecidas, construidas por hombres y mujeres concretos en sus espacios locales, a cambio de mitos concretos, verdaderamente reales, se ofreció al hombre moderno una expectativa ilusoria, implícita en la connotación de desarrollo y en su red semántica: crecimiento, evolución, maduración, modernización. También se le ofreció una imagen del futuro como mera continuación del pasado: eso es el desarrollo, un mito conservador, sino reaccionario (Esteva, 1996: 74).


Veamos como ocurrió dicho proceso. Durante el siglo XVII-XVIII, el concepto como noción de transformación hacia la forma apropiada de ser evoluciono a una concepción que implica encaminarse hacia una forma cada vez más perfecta. Después se aplico este en forma metafórica a la sociedad considerando que las transformaciones sociales eran otra etapa del desarrollo natural. Así, ambas nociones eran variantes del desarrollo homogéneo del cosmos, creado por Dios.


En este orden de ideas y mucho antes del siglo XIX, en Europa se asocio la construcción social del desarrollo a la diferenciación y autonomía de la esfera económica para instalar a esta en el centro de la política y la ética. Esa mutación brutal y violenta, que concluyo primero en Europa, estuvo siempre asociada con la dominación colonial en el resto del mundo.


Establecer el valor económico exige desvalorizar todas las demás formas de existencia social. El desvalor produce una metamórfosis grotesca de las destrezas en carencias, de los ámbitos de comunidad en recursos, de los hombres y mujeres en mano de obra comercializable, de la tradición en carga, de la sabiduría en ignorancia, de la autonomía en dependencia. Metamorfosea grotescamente las actividades autónomas de la gente que encargan deseos, destrezas, esperanzas e interacciones entre si y con el ambiente, en necesidades cuya satisfacción requiere la mediación del mercado (Esteva, 1996: 67).


El desvalor es el secreto del valor económico y no puede crearse sino con violencia y frente a continua resistencia.


Ya en el Siglo XX, se identifico el nivel de civilización con el nivel de producción y ambos se fusionaron en uno solo: el desarrollo. Pero esta metáfora del desarrollo social dio hegemonía global a un linaje de la historia puramente occidental, privando a los pueblos de culturas diferentes de la oportunidad de definir las formas de su vida social.


El termino ‘desarrollo’ no puede desligarse de las palabras con las cuales se formo: crecimiento, evolución, maduración. Del mismo modo, quien lo emplea no puede liberarse de la red de sentidos que da una ceguera específica a su lenguaje, su pensamiento y su acción. Por ejemplo, el uso del concepto en comento implica un cambio siempre favorable, de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior y en un sentido necesario, ineludible, universal y deseable.


Para dos terceras partes del mundo contemporáneo, el uso de tal significado positivo del concepto ‘desarrollo’ es un recordatorio de lo que no son.


Así  “desarrollo” define una percepción. Y esta se convierte a su vez, en un objeto, un hecho. Este adjetivo comparativo tiene como base de sustentación el supuesto, muy occidental pero inaceptable e indemostrable de la unidad, homogeneidad y evolución lineal del mundo. Concepto que despliega una falsificación de la realidad, producida mediante el desmembramiento de la totalidad de procesos interconectados que constituyen la realidad del mundo, y la sustituyen con uno de sus fragmentos, aislado del resto, como punto general de referencia (Esteva, 1996: 59).


En consecuencia, se requiere un punto de vista ideológico y también metodológico para definir la posición en cuanto a los objetivos, metas y aspiraciones que se supone deberá satisfacer el desarrollo. 


2.1.    EL DESARROLLO ECONOMICO


En 1945, la Conferencia de San Francisco establece la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la cual hace frente a una sociedad mundial devastada y ansiosa de una paz duradera, capaz de conciliar la defensa de los derechos humanos y la democracia, con un modelo de desarrollo adecuado a tales propósitos.


Sin embargo, en la Conferencia de Bretón Woods (1944) se acordaron acciones que expresan el concepto de desarrollo fundamentalmente en dos vías: a) desarrollo económico y b) desarrollo humano. Y en estos extremos que se despliegan en la realidad social parece que han surgido diversas variantes teóricas cuyas propuestas se acercan a este último.


De esta manera se estableció el desarrollo como un proceso de crecimiento económico, una expansión rápida y sostenida de la producción, la productividad y el ingreso por habitante. En este proceso la cultura solo es un medio que se margina o elimina en tanto interfiera con los objetivos de las políticas monetaristas y financieras referidas.


Asimismo quienes consideran el desarrollo como un proceso de crecimiento, lo encaran tácitamente a partir de una teoría desplegada y perfeccionada acorde con los requisitos ideológicos y metodológicos de economías capitalistas avanzadas. Por esto mismo, para ellos el problema del subdesarrollo se enfoca como un proceso de perfeccionamiento en etapas desde formas primitivas de actividad del sistema económico hacia formas más modernas y perfectas como las que idealmente existen en los países desarrollados, es decir, consiste en concebir el desarrollo como un proceso de avance hacia el capitalismo maduro.


Desde este tipo de enfoque se ha impulsado en los países de América Latina numerosos esfuerzos pensados como modernización los cuales hacen hincapié en la racionalización de los valores, actitudes, instituciones y organizaciones de las sociedades industriales.


Todos los problemas existentes son claramente identificados por quienes piensan, actúan y militan en esta tendencia pero para ellos las causas de la degradación ambiental  son comunes a diversas culturas, están desligadas del crecimiento económico y se encuentran en otros nexos más sutiles y complejos así como insidiosos y tenaces. 


Es importante señalar que para esta corriente la degradación ambiental es la consecuencia inevitable de la actividad humana. Asimismo señalan que la cuestión no es como prevenir o eliminar por completo la degradación ambiental sino como reducirla al mínimo o, por lo menos, mantenerla en un nivel que sea congruente con los objetivos de la sociedad (Panayotou, 1994: 27).



En consecuencia, para quienes entienden el desarrollo como crecimiento económico este es factible siempre y cuando se logre un incremento medio de la eficiencia y la productividad y un mercado competitivo que lo abarque todo, sin distorsiones, en el cual los incentivos produzcan el efecto deseado (Panayotou, 1994: 52,188).

En la realidad, el mismo crecimiento económico interfiere con la conservación del ambiente y el perfeccionamiento humano y cultural al incrementar un desarrollo desigual y asimétrico que incrementa la incertidumbre, la inseguridad y la entropía que caracterizan al actual sistema mundial.


Para hacer frente a lo anterior las personas se vuelven a la cultura como un medio de definirse, movilizarse y afirmar los valores locales. Esto sobre todo entre los más pobres pues sus valores constituyen el único bien que pueden reivindicar, ya que los valores tradicionales son portadores de identidad y continuidad y dan sentido a sus vidas.


El cambio acelerado, el impacto de la cultura occidental, los medios de comunicación de masas, el rápido crecimiento poblacional, la urbanización, la disolución de las comunidades tradicionales y de la familia extensa, han trastocado las culturas tradicionales. Esto es así porque las culturas no son monolíticas y la cultura de la elite se ajusta a la cultura del crecimiento económico y tiende a excluir a los pobres y a quienes tienen menos poder (Jiménez, 1999: 29).


A este proceso se le denomina “globalización” y se le enmarca predominantemente en el ámbito económico dejando de lado sus dimensiones social, ambiental y cultural. Pero esto mismo torna su definición ambigua y confusa aun y cuando indudablemente es sinónimo de deterioro ambiental.


La globalización en su aspecto cultural está supeditada a una interdependencia de las relaciones comerciales, la inversión extranjera, la circulación de capitales y las migraciones humanas, aunadas a los avances tecnológicos principalmente de comunicaciones. De este modo en todos los puntos del planeta existen rasgos positivos (alimento, vestido, actitudes) y negativos (divorcio, criminalidad, drogadicción, violencia hacia las mujeres, fraude, robo y corrupción, etc.) que trascienden fronteras y son comunes globalmente.


2.2.    DESARROLLO COMO CAMBIO ESTRUCTURAL


Los países de América Latina por diversas razones desde hace décadas vienen realizando esfuerzos por el mejoramiento económico y social. Pero continúan prevaleciendo las características definidas como subdesarrolladas tales como la dependencia externa, la desigualdad económica, social y cultural, la falta de participación social de grupos significativos, la inseguridad y desigualdad de oportunidades así como la tendencia hacia el estancamiento del proceso de industrialización y crecimiento.


Resultado de la reflexión de las teorías más utilizadas así como su contraste con la realidad latinoamericana se puso énfasis en el legado de instituciones económicas, sociales, políticas y culturales heredadas de periodos históricos anteriores, procurando su evolución como unidad política y geográfica aislada pero como parte del contexto internacional en que se originaron.


A esta corriente de pensamiento se le ha denominado “estructuralista” y pone el acento de la política de desarrollo sobre un conjunto de reformas estructurales, en la función del Estado como orientador, promotor y planificador y en una reforma y ampliación sustancial de las modalidades de financiamiento externo y del comercio internacional (Sunkel, 1996: 36).


A partir de la década de los 60’s del siglo XX cada vez es más notorio que las políticas de reforma estructural así como los esfuerzos de planificación que habían estado vigentes en América Latina pierden impulso y no logran traducirse en realidades políticas concretas y eficaces. En parte esto se explica porque los modelos, políticas y medidas adoptadas no consideraban la realidad latinoamericana como totalidad, eran demasiado simplistas y unilaterales y se contrastaban con los supuestos de los modelos de crecimiento económico o modelos parciales del subdesarrollo ya referidos.


Sunkel señala que sobre la observación histórica sistemática debe concebirse el subdesarrollo como parte del proceso histórico global de desarrollo, es decir, son dos caras simultáneas y vinculadas funcionalmente que interactúan y se condicionan mutuamente en un mismo proceso histórico universal. La expresión geográfica concreta de ese proceso se observa en dos grandes dualismos: por una parte, la división del mundo entre los estados nacionales industriales avanzados y los estados nacionales subdesarrollados, atrasados, pobres, periféricos, dependientes; y por la otra, la división dentro de los estados nacionales en áreas, grupos sociales y actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos y actividades atrasadas, primitivas y dependientes.


Así el concepto de desarrollo, concebido como proceso de cambio social, se refiere a un proceso deliberado que persigue como finalidad última la igualación de las oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional como en relación con sociedades que poseen patrones más elevados del bienestar material. Sin embargo, esto no significa que dicho proceso de cambio social tenga que seguir la misma trayectoria, ni deba conducir necesariamente a formas de organización social y política similares a las que prevalecen en los países industrializados o desarrollados de uno u otro tipo .


Sin embargo, en la década de los 80’s ocurre un ‘proceso de ajuste’ que significo para muchos países abandonar o desmantelar, en nombre del desarrollo, la mayor parte de sus logros previos.


2.3.    DESARROLLO HUMANO


El ‘desarrollo humano’ se presenta como un proceso y un nivel de logro. Como proceso, es ‘la ampliación de las elecciones humanas relevantes’. Como nivel de logro, es ‘la medida de comparación internacional en que se han logrado esas elecciones, en sociedades dadas’.


Considerado como proceso se supone aumenta la libertad efectiva de quienes se benefician de él para llevar a delante cualquier actividad a la que le atribuyan valor. En este proceso la cultura es un fin en si mismo y, por tanto, elemento fundamental para su consecución. De esta manera el desarrollo económico y social esta culturalmente condicionado.


La Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo señala al respecto (Jiménez, 1999: 28):

“…una fuerza de trabajo alerta, calificada, educada, bien alimentada, sana y motivada, es el mejor capital de una sociedad; sin embargo, es evidente que las personas no actúan independientemente sino que interactúan de múltiples maneras. En este contexto, es la cultura la que vincula una con otra y hace posible el desarrollo de cada persona; a la vez define las relaciones de las personas con la naturaleza y su medio, con el planeta y el cosmos, y es a través de ella que expresamos nuestras actitudes y creencias en lo relativo a otras formas de vida, animal y vegetal. En suma, la cultura no es un instrumento del progreso material, sino que es el fin y el objetivo del desarrollo, en el sentido de la realización de la existencia humana en todas sus formas y en toda su plenitud…”
 

En efecto, ya en la ‘Declaración de Cocoyoc’ (1974) se puso el acento en la satisfacción de las necesidades básicas del hombre y en el perfeccionamiento de este; seguir muy diferentes caminos al desarrollo logrando la diversidad así como la meta de la autosuficiencia y el requerimiento de cambios económicos, sociales y políticos fundamentales (Esteva, 1996: 63).

2.4.    DESARROLLO SUSTENTABLE


En 1972 surge una convención que pretende salvaguardar el patrimonio cultural y natural de la humanidad así como el reconocimiento explicito, desafiante, de que existe una humanidad con un destino y legado común. Al mismo tiempo, nace en la comunidad internacional el concepto del desarrollo sustentable.

En ese momento por parte de la convención no se reconoció al hombre como integrante de la naturaleza y no se observaba que la mayor parte de los elementos naturales no pueden ser detectados, seleccionados y conservados de igual modo que el patrimonio creado por la humanidad en sus distintos momentos históricos.


Mucho mas tarde, se reconoce que la degradación ambiental es consecuencia de la actividad humana por lo que se puede prevenir, eliminar o reducir al mínimo o, por lo menos, mantenerla en un nivel que sea congruente con los objetivos de la sociedad. 


El aparato cognitivo para este cambio fue proporcionado por la teoría de los ecosistemas para así interpretar el predicamento de un mundo yendo de prisa hacia la industrialización. 

La ecología es modelación computacional y acción política. Una disciplina científica y una abarcadora visión del mundo. Movimiento de protesta por la conservación de la naturaleza que se ha convertido en filosofía postindustrial que testifica contra la racionalidad de la ciencia, los beneficios de esta para la humanidad así como en contra de la modernidad lo cual aprovechan los políticos. Es el primer movimiento que pretende utilizar los argumentos de sus enemigos y acabar con ellos. Recurre a las artes (como los románticos), al organicismo (como los conservadores), a la gloria de la naturaleza (como los preservacionistas) o a un credo trascendente (como los fundamentalistas) pero basa sus cuestionamientos en la teoría de los ecosistemas que integra la física, la química y la biología.


El movimiento es pues una hibridación que mediante el concepto de “ecosistema” vinculó el circuito de la biología con el de la sociedad. Esta ambivalencia es responsable, en un nivel epistemológico, tanto del éxito como del fracaso del movimiento: cualquier diferencia ontológica entre lo que alguna vez se llamo el reino mineral, los reinos animal y vegetal y el reino del hombre, desaparece: el alcance del concepto es universal.


La búsqueda de leyes generales, implica concentrar la atención en un mínimo de elementos que son comunes a la abrumadora variedad de escenarios. La apreciación del lugar particular y su comunidad pierde importancia. Además, estos elementos y sus relaciones tienen que ser mensurables; el análisis cuantitativo de la masa, volumen, temperatura, etc., remplazo a la interpretación cualitativa de la unidad y el orden de un conjunto.


La teoría de los ecosistemas busca controlar el autocontrol, es decir, ajustar la operación a condiciones cambiantes, siguiendo reglas preestablecidas. Por esto se enfoca en los mecanismos reguladores mediante los cuales el sistema en cuestión responde a cambios en su medio ambiente. Una vez identificado,  el camino esta abierto para condicionar estos mecanismos de modo de alterar la capacidad de respuesta del sistema. Hoy, sin embargo, la capacidad de la naturaleza ha sido forzada al máximo bajo las presiones del hombre moderno.


En consecuencia, mirar a la naturaleza en términos de sistemas autoregulantes implica la intención de medir la capacidad de sobrecarga de la naturaleza o el objetivo de ajustar sus mecanismos de realimentación mediante la intervención humana. Ambas estrategias equivalen a completar la visión de Bacon de dominar a la naturaleza. Si bien con la pretensión adicional de manipular su venganza.


Con estas bases se sostenía que un crecimiento infinito se basa en un autoengaño, porque el mundo es un espacio cerrado, finito y con una capacidad de carga limitada. Al percibir al espacio global como un sistema cuya estabilidad descansa en el equilibrio de sus componentes como la población, la tecnología, los recursos y el medio ambiente, se predijo así un trastorno inminente del balance entre el crecimiento poblacional y los recursos y el medio ambiente.


De esta manera el desarrollo sustentable trata de cuidar el desgaste físico, la obsolescencia técnica y la depreciación del capital humano y mantener las condiciones físicas del ambiente necesarias para su bienestar. Esto implica por un lado, evitar la degradación del ambiente y el agotamiento de los recursos. Y por otra, tomar en cuenta un sistema capaz de adaptarse a cambios bruscos y crisis, y poseer recursos lo suficientemente flexibles y diversos para poder asegurar la continuidad frente a un futuro incierto (Jiménez, 1999: 31).


En consecuencia, se trata del ‘redesarrollo’, de desarrollar de nuevo lo que se había desarrollado mal o resultaba ya obsoleto. Es una estrategia para sostener el ‘desarrollo’ no para apoyar el florecimiento y la perduración de una vida social y natural infinitamente diversa.


Al respecto, López Bernal señala (2004:26):


 “Una sociedad sustentable debería buscar purificarse a si misma de la contaminación, adquirir nuevos conocimientos, hacer sus procesos productivos más eficientes, desplazar tecnologías, mejorar su propia gestión, hacer la distribución más equitativa y diversificarse”

La perspectiva biocentrica y humanista que atribuyen un valor absoluto a la naturaleza por si mismas habrían impedido el camino continuado a la explotación de la naturaleza pero fueron soslayadas por aquel entonces. Esto debido a que la interpretación basada en la teoría referida con datos agregados daba seguridad, magnificaba las responsabilidades de la elite del desarrollo y fortalecía  su ‘espíritu’ así como le daba ventaja al poner al Tercer Mundo, por su desarrollo poblacional, en el centro de la atención. Así, la elite se sentía a cargo de la dirección del mundo para darle estabilidad ante el tambaleante ‘desarrollo’.


Sin embargo, ‘desarrollo’ y ‘medio ambiente’ se fusionaron en una misma preocupación hasta 1987 cuando se pudo afirmar “no hay desarrollo sin sustentabilidad; no hay sustentabilidad sin desarrollo” esto debido a los siguientes factores: 


•La crisis del petróleo llevo a la adopción de la idea expresada por Gifford Pinchot,  administrador del Programa de conservación de Theodore Roosevelt: “conservación significa el mayor bien para el mayor número por el tiempo más largo”. En consecuencia, era tiempo de extender el área de atención del planeamiento y de demandar “un eficiente manejo de los recursos naturales” como parte del paquete del desarrollo.


•La idea de la disponibilidad de opciones tecnológicas condujo a pensar que el problema ecológico no era una barrera insuperable que bloqueaba el flujo del crecimiento sino como obstáculos discretos que forzaban al flujo a tomar una ruta diferente.


•La pretensión auto justificatoria de la ideología del desarrollo es acabar con la pobreza pero con la alarmante deforestación y desertificación en todo el mundo, los pobres fueron identificados como agentes de destrucción y se convirtieron en objeto de campañas para promover la “conciencia ecológica”.


De este modo se utilizó nuevamente la vieja artimaña: cada vez que en los últimos 30 años se reconocían  los efectos destructivos del desarrollo, el concepto se estiraba de tal manera que podía incluir daño y terapia juntos. Por ejemplo, en los 70’s del Siglo XX se comprobó que la búsqueda del desarrollo intensificó la pobreza por lo que se inventó el concepto “desarrollo equitativo” para conciliar lo inconciliable: la creación de la pobreza con la abolición de la pobreza. 


Del mismo modo, “desarrollo sustentable” fue creado como techo conceptual para la violación y la curación del medio ambiente. La naturaleza se transforma así en un dominio de la política y una nueva generación de tecnócratas siente la vocación de dirigir el crecimiento al filo del abismo.


Antes el poder del estado se había justificado por la ley, el orden y el bienestar mediante la redistribución. Después, el desarrollo. Hoy, “la supervivencia del planeta” esta en camino de convertirse en la gran justificación de una nueva ola de intervenciones estatales en las vidas de los pueblos, en todo el mundo.


Mientras que los ambientalistas han puesto el centro de la atención en las numerosas vulnerabilidades de la naturaleza, los gobiernos descubren como resultado, una nueva área de conflictos que requiere de gobierno y regulación políticos. Y los expertos que antes se ocupaban del crecimiento económico, reclaman ahora estar presidiendo sobre la supervivencia misma.

Pero el discurso que está alcanzando prominencia ha tomado una orientación fundamentalmente sesgada: demanda un manejo extendido peor no presta atención a la autolimitación inteligente.


El discurso ecocrático que estaba apunto de desplegarse en los 90’s, empieza con el matrimonio conceptual entre “medio ambiente” y “desarrollo”, encuentra su base cognitiva en la teoría de los ecosistemas y apunta a nuevos niveles de vigilancia y control administrativos. Reacio a considerar la lógica del productivismo competitivo, que esta en la raíz de la crisis ecológica del planeta, reduce a la ecología a un juego de estrategias administrativas que se orientan a la eficiencia de los recursos y al manejo del riesgo. Trata como si fuera un problema técnico lo que en realidad es nada menos que un atolladero civilizacional, a saber, que el nivel de rendimiento productivo ya alcanzado resulta ser no viable en el Norte, y mucho menos para el resto del planeta con el surgimiento de la ecocracia.


Sin embargo, el debate fundamental que se necesita en las cuestiones de la moralidad publica –tales como, cómo debería vivir la sociedad, o, qué, cuánto y de qué modo debería producir y consumir- cae en el olvido. 

En vez de cuestionar y establecer altenativas a las cuestiones de moralidad publica, las aspiraciones occidentales se toman como aceptadas en todo el mundo y las sociedades que eligen no poner toda su energía en la producción y que deliberadamente aceptan una menor producción de mercancías se tornan inconcebibles. 

De este modo, se pierden los esfuerzos por elucidar el rango mucho mayor de futuros que se abren a las sociedades que limitan sus niveles de producción material para abrigar los ideales que brotan de sus herencias culturales. La percepción ecocrática  permanece ciega a la diversidad fuera de la sociedad económica del Occidente.

3.    LA GLOBALIZACION. EL PRESENTE


La globalización es la nueva configuración espacial de la economía y sociedad mundial bajo las condiciones del nuevo capitalismo informático-global
Con relación a cierto nivel de adelanto científico-tecnológico siempre ha existido su correspondiente modalidad nacional de capitalismo. Pero en la década de los 80’s del siglo XX el modelo fordista neokeynesiano predominante hasta entonces inicia su derrumbe y durante la siguiente década se generaliza, a partir del modelo norteamericano, un ‘Nuevo Capitalismo’ conocido también como “Globalización neoliberal” que se caracteriza así:



1.Una nueva Revolución científico-tecnológica centrada en la informática y la  tecnologica digital. Además, la renovación de la tecnología analógica.
 
2. Los puestos productivos, las relaciones sociales, productivas y de consumo se modifican.

3.Surgimiento de productos intangibles (servicios) y fortalecimiento del diseño.


4. Con la revolución informática Estados Unidos regenera su hegemonía mientras la exURSS se rezaga y, esto, lleva a la desaparición del bipolarismo.


5.  El modelo neoliberal de los E.U. se generaliza al extenderse el uso de la tecnología y el espacio mundial se reordena gracias a una nueva relación productiva a nivel mundial. 


6.  Se unifica tecno-económicamente el mundo a pesar de que las naciones subsisten.


7.  La asociación ‘economía del conocimiento’ existente en E.U. (Universidad-empresa) se propagó.


8.  El ‘Nuevo Sistema Financiero’ cuyo centro es la renta a corto plazo y la especulación a partir de la ‘titularización del crédito’ (bonos calificados) sin regulación del Estado se generaliza. 


La situación no es nueva ya que la financializacion de la economía, es decir, la especulación ocurre a partir de la década de los 60’s del siglo XX por parte  de bancos e hipotecarias. Lo nuevo es que se fortalecen dos sistemas financieros paralelos: uno regulado y el otro no.


9.  Se polariza aun más la riqueza y surge un reducido sector con una lógica de ‘consumo desenfrenado’.


10. La lógica del ‘consumo desenfrenado’ se torna hegemónica pero no controla políticamente al mundo.


11.  A partir de la Segunda Guerra Mundial el complejo científico-tecnológico e industrial militar de los Estados Unidos, es el más importante de su tipo. Pero ahora surge un nuevo armamentismo que lo recoloca en su posición imperial.


12.  Los sistemas financieros y la especulación dirigida (ingeniería del riesgo) así como la lógica de la industria militar impulsan el desarrollo científico y tecnológico.


13.  Se despliega un gasto parasitario ligado a la hegemonía imperialista y se descuidan los gastos en infraestructura y redes de fibra óptica que son la base la informática así como de la infraestructura social (educación, salud, etc.).


14.  Estados Unidos siendo la gran potencia se convierte en consumista y deudor.


15.  Contracciones sociales y políticas muy fuertes:


  a. Neoliberalismo vs. Regulación.
  b. Globalización desreglamentada vs. globalización ordenada.
  c. Nuevas instituciones vs. Instituciones dominantes.
  d. Tecno especialización vs. Explicación holística.
  e. Consumismo vs. Eficiencia.
  f.  Delincuencia vs. Sociopolítica.
  g. Apariencia (forma) vs. Realidad (fondo).
  h. Lógica Financiera cortoplacista vs. Lógica productiva.

16.  Globalización informática y de la economía estadounidense ante otras economías diversas.


17.  Para abaratar costos las inversiones se dirigen a países donde se combinan alta capacidad productiva con bajos salarios.


18.   Ascenso y vertiginosos desarrollo capitalista de algunos países altamente poblados pero sin recursos naturales. Por esta razón se revierte el ciclo de las materias primas ya conocido. Esto implica un cambio en la jerarquía de las naciones.


19.  Los aspectos medio ambientales se ligan de este modo al desarrollo científico y tecnológico  predominante y a la globalización.


20.   Se augura un desastre ambiental: en 50 años se elevara en 100 metros la altura del mar.


La globalización de los bienes, servicios e ideas tienen un efecto significativo sobre las tendencias migratorias y el desarraigo cultural los cuales también impactan negativamente en el planeta que habitamos. Al respecto nos dice Lomnitz (1993:14):



“…lo que en el primer mundo aparece como una fiesta de diversidad cultural es, desde una perspectiva global, la integración de culturas pre-modernas y modernas a un sistema de mercado globalizado donde los patrones dominantes del gusto y del estilo están concretamente concentrados en un manojo de países. Se esta acabando la diversidad cultural…”

Además, al desconocer la profundidad de la dimensión cultural asociada al manejo del medio biofísico natural se han generado inadecuadas soluciones en las conferencias o foros internacionales así como en los instrumentos jurídicos y los proyectos de la modalidad de ‘desarrollo’ en turno.


Esto es así porque la modernización, la apropiación de los recursos naturales para sostener la producción industrial, la urbanización y sus necesidades en incremento han tenido efectos perjudiciales sobre la ecología y las pautas tradicionales de relación entre las sociedades y su ambiente. 


Sin embargo, el predicamento real no es la universalización de un estilo homogéneo de producción sino la destrucción de las culturas locales y sus maneras propias de pensar y de soñar.
Berry Wendell señala al respecto (p. 9 ):



La perdida de la cultura local es en parte una perdida práctica y económica. De un lado, esta cultura contiene y trasmite a generaciones sucesivas la historia del uso del lugar, y el reconocimiento de cómo debe ser usado y vivido; del otro, el patrón de recordación implica afecto y respeto por el lugar y así, finalmente, la cultura local resulta portadora del conocimiento de la manera en que el lugar puede ser bien y amorosamente utilizado, así como la orden implícita de utilizarlo solamente de una manera adecuada y amorosa. El único que es verdadero y eficaz no es un libro que ningún ser humano haya escrito jamás, sino que esta formado por cientos de miles de culturas locales…”

En México, ligado estrechamente a E.U., se aplicó y asumieron los peores aspectos del neoliberalismo gringo por lo que no existe ni se impulsa una ‘sociedad del conocimiento’ y el gasto publico va en detrimento de las capacidad neuronal, la educación y condiciones de vida de la mayor parte de la población y, con ello, se agranda la brecha tecnológica del país respecto a las naciones del mundo.


Esto se debe a que buena parte de la elite del país ha aceptado una condición de inferioridad y se ha aprovechado de los anhelos de orden del pueblo para crear una cultura de masas y de elite pobre y, sobre todo, decadente: una cultura que obedece solo al poder.


En efecto, la elite utiliza el contacto con las ideas extranjeras en beneficio del engrandecimiento propio y en contra del sentido original de la idea (o del producto) como de sus posibilidades de fondeo  en la construcción de un orden fuerte y bueno para México (Lomnitz, 1993:15).


Respecto a los problemas ambientales de la nación mexicana debe señalarse que están sometidos a presiones políticas que impiden la realización de las tareas adecuadas para proteger y limpiar el agua, el suelo y el aire por lo que no pueden ser resueltos hasta que la nación cree organizaciones capaces de llevar a cabo dichas actividades. (Delgado et al, 2006:302).


4.    LAS ACCIONES NECESARIAS PARA CONSTRUIR UN MEJOR FUTURO


Como hemos podido observar el crecimiento económico se pondera, predomina y permea todos los aspectos de la cultura actual y se considera un “valor” positivo importantísimo, superior y único cuyas secuelas para los hombres de a pie y la naturaleza parecen inevitables e incluso necesarias para alcanzar un estado ideal al que se define como “desarrollo”.


Ha sido precisamente en este enfoque que se plantea que se debe tratar únicamente los intercambios biofísicos entre las sociedades y su ambiente para hacer viable ese estado ideal. Visión a todas luces erróneo por parcial e ideologizado.


Indudablemente, el futuro reclama un gran cambio cultural particularmente en el estilo consumista de la vida urbana a fin de controlar los daños a la naturaleza. Pero es indudable que la obligación de sustentabilidad no puede dejarse al mercado (Jiménez, 1999:31).


En efecto, en la naturaleza no existe una evolución que imponga formas cada vez más perfectas ni en la sociedad existe una ‘ley’ en este sentido. La realidad está abierta a la sorpresa.


Así, tenemos  que plantearnos una modificación radical del estilo de pensamiento. Renunciar a los espejismos, empezar a pensar formas diferentes  de organización social ya que estos son generalmente importados. 


Este cambio de mentalidad comprende un cambio de conocimiento, actitud y tolerancia al misterio y renunciar a nociones que han pasado a formar parte de nuestras certidumbres prácticas como las de autogestión, desarrollo, derechos humanos, propiedad, poder político y soberanía que son conceptos occidentales, centrados en el hombre, fundamentalmente ajenos a la visión centrada en el cosmos de la tradición autóctona contemporánea (Opciones, 1994: 23).


Cabe subrayar que afianzarse en una tradición propia no implica regresar a ella. Asimismo, centrarse en el México profundo requiere una apertura hospitalaria hacia los demás sectores que permitan la coexistencia armónica de las distintas ‘miradas’ culturales.


Por otro lado, la sustentabilidad constituye un problema multidimensional que requiere un comportamiento responsable con relación a las generaciones futuras pero no a costa de las contemporáneas. Su consecución requiere reforzar la convergencia del conocimiento científico con las prácticas tradicionales que ofrecen soluciones basadas en la experiencia, observación de múltiples generaciones e integradas a los sistemas de valores y significados de los grupos que ocupan un determinado territorio. Este es uno de los grandes retos actuales.


Traducir el interés por los métodos tradicionales en proyectos realizables en la practica, así como cambiar las políticas y los instrumentos de manera que fortalezcan las dimensiones culturales de las relaciones positivas entre el ambiente y el desarrollo humano, es posible ya que Marshall Sahlins y Pierre Clastres, entre otros, han dado cuenta detallada y documentada de culturas en que supuestos no económicos gobiernan la vida de la gente y que rechazan el supuesto de la escasez siempre que aparece entre ellos.


De tal magnitud y valor es la importancia de dicho cambio que seguramente tendremos que pensar y construir para el futuro sociedades totalmente distintas a las existentes en la actualidad y, probablemente, a la lejanía sin el mecanismo que hoy día definimos como mercado.

5.    BIBLIOGRAFIA


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6.2.    Dabat, Alejandro (2002). “Globalización, Capitalismo Actual y Nueva Configuración del Mundo”, en: GLOBALIZACION Y ALTERNATIVAS INCLUYENTES  PARA EL SIGLO XXI. CRIM, UAM, UNAM. Pags. 41-88.
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